La comodidad mediocre

Por Hugo R. Fernández Campos*

La envidia es la revelación en el espejo de lo que se quiere  y no se tiene. Ver, oír y callar en nuestro fuero interno la frustración que se vive cuando a los ojos de los valores del mundo capitalista  del éxito y la fortuna material, resulta  casi imposible, tarde o temprano nos preguntamos  – ¿Qué  hemos hecho o dejado de hacer?- para seguir viviendo en la casa que nos disgusta, con el cuerpo en sobrepeso, en el trabajo que odias y conviviendo con las personas que te quitan la poca energía que queda después de dormir  mal y vivir peor.

La  culpa como omisión o acción imprudente o negligente en un Estado de Leyes tiene sanciones,  en el Derecho Civil de reparar el daño y en Derecho penal puede ser causa de atribución de una pena si el hecho está considerado delito. Sin embargo, en la vida cotidiana se usa el concepto culpa  como una justificación, esto es, para ponerse a salvo de una acción o consecuencia de un acto, en el que se supone, no medio intervención alguna del sujeto que pretende evadir una responsabilidad, así de esta manera se puede transitar de ser un causante de un daño a ser víctima.

 

Endilgar la responsabilidad  de la mala suerte, la pobreza o soledad al Sistema de Gobierno, al entorno natural, a los astros, a nuestros padres o circulo cercano de convivencia resulta evasivo y contraproducente, el malestar que cohabita con nosotros cuando nos sentimos insatisfechos termina revelándose en un hartazgo de todo y con todos.

 

Voltear los ojos al interior de nosotros mismos será el espacio y lugar en el que poder definir la zona y espacio en donde debemos de distinguir que el sujeto somos nosotros, los objetos producto de nuestra frustraciones esta fuera y que depende de nosotros mismos la transformación del día fatuo y gris, en campo fértil para sembrar la esperanza, pero más que eso iniciar con intención y voluntad la transformación de nuestra forma de ver, estar y cohabitar el mundo, darnos permiso de vivir los duelos derivados del desamor, las perdidas, derrotas y frustraciones, vivir el dolor es hacernos responsables de nuevos comienzos, no importa ni la edad, ni el estado Civil, ni las circunstancias que no podeos controlar. Renunciar a ello significa negarle la posibilidad a los días de que nos regalen nuevas experiencias de vida propia sin envidiar, sin culpar, sin odiar, la aceptación, el perdón son bases en las que podemos reinventarnos cada día, perder el miedo al éxito es fundamental para dejar de vivir en el permanente fracaso. Iniciar desde nos sentimos perdidos como un lugar al que ya no regresaremos, tomarlo como el punto cero de la reinvención de nosotros mismos y la transformación de donde queremos estar y vivir, quizá el confort de la insatisfacción requiere conocer un nuevo rostro, la prosperidad.