¡A dialogar!

Por Irasel Negrete Ronzón*

“Cuando hay un diálogo verdadero,

ambos lados están dispuestos a cambiar”
Thich Nhat Hanh

 

La escuela, más allá de ser un espacio para educar, debe ser un espacio en donde los alumnos se desarrollen plenamente al tiempo de que reconocen que el aprendizaje depende de ellos mismos, para lograrlo, la capacidad que tengan de escuchar y la oportunidad de ser escuchados serán un punto clave, y esto es posible lograrlo a través del “diálogo pedagógico” el cual de acuerdo con J. C. Iglesias (2014) en su investigación, sostiene que es una conversación entre 2 o más personas en la que se intercambia información, pensamientos, emociones y deseos, en donde existe una actitud recíproca de interpretación y sustentación argumentada.

Aunque en esta época, en la enseñanza se da mayor peso a la comunicación, todavía seguimos en ese proceso de transición de una educación tradicionalista en donde no existe la apertura a escuchar a los estudiantes y una educación que nos pide que el alumno sea el centro de nuestra atención, en ocasiones no sabemos cómo sacarle provecho a las propuestas de los educandos o existe el miedo a darles la palabra porque creemos que sus ideas van a ir en contra de nuestros objetivos, sin embargo; a partir de la comunicación eficiente entre maestro – alumno, que además de representar una vía de participación escolar que permita a los educandos sentirse parte de lo que sucede, se logrará el aprendizaje significativo y de calidad; enfoques como el socio constructivista, el aprendizaje cooperativo y el paradigma crítico reflexivo, lo avalan y profundizan en el tema; en este artículo lo hablaré a grandes rasgos a fin de que cada uno se vuelva investigador en pro de la mejora de su práctica docente.

La comunicación eficiente debe ser el cimiento de nuestras clases sobre todo cuando entendemos que el diálogo en el aula no es un diálogo común, sino uno enfocado en la creatividad, la crítica, la argumentación, la reflexión y el análisis, es decir, es un diálogo profundo que permite ahondar en temas que son parte de los contenidos de nuestras asignaturas pero que a la vez recoge vivencias, emociones y construcciones de los estudiantes porque les resultan parte de su personalidad y de su manera de comprender el mundo, es ahí cuando, nosotros los docentes, podemos ayudarles a dar forma a estas ideas para enriquecerlas y que ellos puedan reelaborarlas.

Ya Vygotsky en su teoría Sociocultural del aprendizaje mencionaba que el pensamiento es la interiorización del diálogo, afirmaba que las personas que se involucran en un diálogo reflexivo encuentran alternativas a las ideas y opiniones planteadas o las hacen suyas a partir de recrearlas y exponerlas en su mente, es decir que el diálogo motiva la creatividad y la creatividad va de la mano del aprendizaje, además de que a partir del diálogo se promueve la metacognición lo que permite al alumno desarrollar y adquirir nuevas habilidades.

La correspondencia entre la educación y el diálogo crítico reflexivo ayuda a desplegar actitudes positivas hacia el aprendizaje y construcción del conocimiento, abriendo oportunidades de expresión y espontaneidad con nuestra orientación en donde nuestra labor será de mediadores que garanticemos que la interacción de los estudiantes esté basada en el respeto, la escucha activa y favorezca la construcción de la autoestima y del autoconcepto.

Por todo lo mencionado anteriormente, el diálogo debe ser nuestra herramienta esencial de trabajo y lo podemos propiciar desde que invitamos a nuestros alumnos a expresar sus dudas, reflexiones, inquietudes, comentarios y los escuchamos sin prejuicios, ejemplos de estrategias que incluyen el diálogo en el aula son los debates, las mesas redondas, el análisis de dilemas, elaborar normas, negociaciones, establecer acuerdos, análisis de casos o situaciones hipotéticas entre muchas otras tantas más, en las que los maestros en un principio apoyaremos a los educandos dirigiendo sus participaciones para después solamente dar un acompañamiento.

En conclusión, el diálogo pedagógico debe ser un método transversal en nuestras clases, a partir de él podremos combinar distintas formas de trabajo (individual o grupal) siempre con la intención de que el aprendizaje de los estudiantes sea una fusión de su cotidianeidad a partir de la reflexión.