Samuel Nepomuceno, el pedagogo

Por Ariel López Álvarez

Domingo, 11 de febrero de 2018

Creo que debo este escrito, siento que él lo espera. Se dio tiempo para la despedida, en nuestro tiempo, para otros lares. Presentí algo en su último mensaje, era tan preciso que no necesitaba diálogo. “Muchas gracias por todo”, me decía, a propósito de nada en particular. Se lo iba a comentar, pero los diálogos llevarán en adelante senderos inescrutables.

Referí en otra ocasión mi curioso encuentro con el maestro Samuel Nepomuceno Limón, a propósito de su personalidad indagatoria. Me acababan de obsequiar el CD de un libro de Albert Jacquard, Dieu? (¿Dios?). Mientras trataba de leerlo, lo compartí con un amigo; regresando semanas después con la traducción al español.

Por supuesto que quise conocer aquel amigo de mi amigo que se había interesado tanto en Jacquard. Tal vez corría el año del 2004. En lo siguiente, los escritos de cada quien darían pauta para múltiples reflexiones. Papel y tinta eran el medio. Él se daba más tiempo para hablar; en mi caso, las frases debían de ser precisas y los textos contener la mayor claridad posible, antes de pasar por su pluma. Ahora que lo pienso, no recuerdo si alguna vez platicamos de sus dificultades de audición.

Bromeábamos en torno a mis borradores. ¿De cuántos watts va a querer la revisión?, me decía el maestro Samuel; quien sin diferencias leía con cuidado un trabajo preparatorio o uno final, acompañándolo de ironías: ¡Caramba! Tantas veces usted ha reescrito esta historia que ya parece que chorrea sangre.

Los consejos para escribir eran de quien sumaba lecturas cuidadosas con dedicación en la escritura: ¡Ah! Le sugiero que este texto lo deje descansar antes de buscar publicarlo, y antes de enviarlo vuélvalo a revisar bien; ¡usted ya parece un ciempiés!, se tropieza tanto buscando la mejor forma de decir algo que ya no avanza; tal vez el verbo que usa no sea el que expresa mejor su idea; ¿desea usted narrar utilizando la conjugación en pasado, en lugar del copretérito?, ¿por qué no le dedica un buen tiempo a la comprensión de la intención que hay en las conjugaciones de los verbos?; ¡Ah! Ya se está peleando con las preposiciones, o sea que ya ha de estar en la última etapa de su escrito.

Gracias a la revista Tlanestli, por la Internet se puede acceder a una interesante plática que tuve con el maestro Samuel Nepomuceno Limón, bajo el nombre de “Conversaciones sobre la vocación docente”. En particular, ahí se hallan algunos textos de sus últimos años, además imprimieron su libro “Los difíciles quebrados”.

Maestro de muchas generaciones de normalistas, su prolífica pluma se enfocaba sin denuedo a la educación, pedagogía y didáctica. Decía que escribía para ayudar a los maestros en su tarea de la enseñanza, publicando por años tras un seudónimo. Cuando me enteré de que él era el autor de todos esos artículos pedagógicos semanales, reímos juntos.

Adiós, mi querido maestro Samuel, en el sentido etimológico de la palabra.

*Colaboración.