Nostálgicos por Versalles

Héctor M. Magaña

 

“Una emoción, como escribe el filósofo español, David Sánchez Usanos, ‘como si fuera la marca de aquellos libres e independientes que no participan de la mediocridad que caracteriza a la masa’”. La cita anteriormente expuesta pertenece a la columna de Fabrizio Mejía Madrid para Sin embargo. Menciono la (doble) cita por dos razones: la primera porque demuestra el horror y fobia que tienen las elites por la masa, y, en segundo lugar, porque dicha fobia es estudiada por el campo de la filosofía y las ciencias sociales. Hoy, la derecha mexicana sufre una patología que Usanos parece estar describiendo a la perfección.

 

Así, pues, la columna de Mejía Madrid trata del horror a la mediocridad que las elites padecen y que cuya cura buscan en Estados Unidos, en Europa, o en “cualquier país del Primer Mundo”. Tal padecimiento lo describe magistralmente Mejía Madrid del siguiente modo: “Son los que reivindican los imperios, el de Iturbide y el de Maximiliano de Habsburgo, y a Porfirio Díaz por su versallismo de oropeles. Es una idea a la que se aferran, aunque Estados Unidos sea hoy mismo una cultura sin capacidad para resolver sus guerras imperiales, la desigualdad racial, y el uso indiscriminado de armas y drogas. Pero el desarraigo como marca aristocrática va un poco más allá del desprecio por las masas y se justifica con un supuesto “retorno” a la socialización primaria: la familia, el vecindario, la comunidad.”

 

Hace poco escribí al respecto sobre como la derecha se retrotrae a las políticas estadounidenses de la era de Richard Nixon. No obstante, como Mejía Madrid destaca, este problema es más antiguo de lo que parece. La derecha mexicana parece vivir fosilizadamente en un afrancesamiento (hoy, un extranjerismo) de la época porfirista. Se necesita un nuevo discurso y una nueva visión, si es que la oposición pretende tener presencia política real.

 

Me quedo con otra cita que hace Fabrizio Mejía Madrid del filósofo mencionado al inicio de este texto: “Pero como dice el mismo Sánchez Usanos: ‘No hay súbdito más dócil que el individuo solitario y desarraigado. Esos desarraigados que pueblan nuestro arte y nuestra cultura no se encuentran en contradicción con el capitalismo ni desde luego suponen una amenaza para el poder establecido; sí lo son, quizá, para su propia salud física y mental y, tomados como modelos o arquetipos, sí ejercerían una acción disolvente respecto a la sociedad de la que son síntoma’.”

 

Visto de este modo solo queda preguntarse: ¿La política mexicana se ha convertido en una especie de fiebre para curarse de una enfermedad que ha padecido durante décadas? ¿La derecha es síntoma de ese padecimiento? Aclaremos la analogía: la fiebre es solo una muestra de que un cuerpo se esta curando de una enfermedad. Una enfermedad sembrada (quizás) por esos nostálgicos del pasado porfirista. Esos que siempre quisieron el Palacio de Versalles en lugar del Palacio Nacional.