Gálvez: el discurso de lo opuesto

Héctor M. Magaña

 

En la columna de Fabrizio Mejía Madrid para Sin embargo se intentó dar coherencia al discurso de Xóchitl Gálvez. Esta columna, en particular, se vio acompañada desde el inicio con innumerables citas de los discursos de Xóchitl Gálvez. Todo ello con el objetivo de mostrar que entre párrafo y párrafo existen serias contradicciones que hacen pensar a cualquiera que lo que se expone es una especie de simulacro orweliano: se dice una cosa, pero se reafirma el opuesto de esa cosa. Algo que sucede con el discurso de Gálvez en materia de seguridad.

 

“Lo más destacable es que, para quien le escribió la propuesta, la militarización es que el Ejército haga labores civiles, como construir aeropuertos y vigilar aduanas, y no que salga a las calles, de nuevo, a controlar el supuesto territorio nacional. Es decir, para Gálvez, desmilitarizar es militarizar”, escribe Mejía Madrid y tenemos que hacernos una pregunta: La candidata Gálvez, ¿realmente entiende el propio ejército y su papel en sexenios anteriores?

 

Hay serias dudas de que lo que Gálvez pueda traer al país se acerque si quiera (medianamente) a un estado de paz. Es más bien una insistencia al miedo y al horror a la violencia. Abrir más cárceles es en realidad un sucedáneo, un entretenimiento. Una manera para sacar a los grupos marginales de la sociedad mexicana. “La adicción de Calderón, además de la obvia, era encarcelar, privar de la libertad, aunque el delito estuviera ausente. Los culpables lo eran, como en la religión que profesan varios panistas, de origen, no por sus acciones.”

 

Como se puede ver, el regreso a las prácticas inquisitoriales en las propuestas del PAN es una clara señal de que su modelo de estado se acerca más que nada al binomio “vigilar y castigar”. ¿A quiénes se tiene que vigilar y castigar? Incluso me atrevo a señalar algo más: la construcción de más cárceles de seguridad (un modelo inspirado en El Salvador) no obedece a lo que se supone que son realmente, o sea, Centro de Readaptación Social (CERESO) y Centros Federales de Readaptación Social (CEFERESOS). Es claro que, en lugar de atender causas, las propuestas de Gálvez buscan, ante todo, el castigo indiscriminado. Tal como lo señalan los datos durante el gobierno de Felipe Calderón: “La caída en la cárcel es una selección económica de culpables. El 72 por ciento de los presos no estudió más que hasta la secundaria. 70 por ciento de los encarcelados son artesanos, operadores industriales, campesinos, o comerciantes. Sólo el uno por ciento se dedicaba a actividades ilegales. Así, proponer más cárceles como hace la candidata Gálvez, es proponer que se castigue la pobreza, la falta de derechos, y hasta de escolaridad.”

 

Al final, el discurso de Gálvez es una retórica de lo opuesto. Es reafirmar el desastre del pasado. Es reafirmar que el gobierno es el único que tiene derecho legítimo de usar la violencia en posa de la paz. Una tesis arcaica que se remonta a Thomas Hobbes y que se busca reafirmar a través del miedo, pero como destaca Mejía Madrid: “Baruj Spinoza, por su parte, invirtió la fórmula de Hobbes argumentando que el Estado debería quitarles el miedo a sus ciudadanos, no infundírselo. Escribió: ‘Las leyes deben establecerse en cualquier Estado de tal modo que las personas se refrenen no tanto por miedo cuanto, por la esperanza de lograr algún bien sumamente deseado, pues de esta manera todos cumplirán gustosos con su obligación. La finalidad última de una república no es dominar o refrenar a la gente amedrentándola, o someterla a un derecho ajeno, sino librarla del miedo para que viva en seguridad en la medida de lo posible […] El verdadero fin de la república es, pues, la libertad’.”