¿Técnica es progreso? Sobre la posición del INEE y la CNSPD ante la anulación de resultados en la evaluación de ATP

Por Sandra Ortiz Martínez y Artemio Ríos Rivera*

Recientemente hemos hecho uso de este espacio para aportar nuestra voz sobre un tema de gran relevancia en el sector educativo, como lo es la anulación de los resultados de la evaluación de los Asesores Técnico Pedagógicos (ATP) y cómo se inserta ello en el marco de la histórica deuda sobre la regulación de la figura. En este ejercicio, nos hemos dado a la tarea de escuchar otras voces y reflexionar sobre ellas.

 

Existe una corriente de opinión que ha celebrado la decisión del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) al respecto de anular los resultados antes señalados, argumentando que con ello, el Instituto hace uso de su autoridad y responsabilidad  técnica en los procesos de evaluación. Se celebra que una instancia resuelva que es mejor anular que dar salidas políticas a un problema de índole técnica.

Desde el lado de los directamente afectados se han planteado preguntas, muchas preguntas a las que el INEE y la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD) han respondido parcialmente. Por ejemplo, a la sospecha sobre que la razón de la anulación de resultados es que las plazas de ATP no han sido creadas, la respuesta fue: que dichas plazas ya fueron aprobadas y creadas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP); aunque no se han presentado evidencias sobre tal afirmación. Hay otro tipo de preguntas que, aunque se planteen y necesiten una respuesta, no pueden dejar de ser una exclamación indignada: ¿¡cómo es posible que el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval) –con su experiencia y bajo la vigilancia de las instituciones responsables– no haya piloteado los instrumentos de la tercera etapa!?, ¿quiénes son responsables del proceso y qué tipo de responsabilidad asumirán frente al desperdicio de recursos que implica la anulación!

 

Más allá de las preguntas que se pueden hacer y que ponen en duda la explicación sobre el error técnico, nos planteamos el ejercicio sobre ¿qué pasa si la explicación que ofrecen las autoridades es cierta y se trata de una falla técnica?, ¿cómo nos vemos frente a un escenario en el que no hemos sido timados, sino parcialmente informados sobre una situación anómala?

 

Bien, supongamos que el problema fue técnico, pero el contexto en el que ese error se inscribe no es ni cercanamente técnico. En nuestro artículo anterior, expusimos algunas de las condiciones en el que se ha operado la asignación de docentes para ejercer la función de ATP y lo que ellas han alimentado a la estructura corrupta del SNTE; también señalamos lo que ha implicado para los ATP no tener autonomía para realizar un trabajo de asesoría y asistencia a la escuela (https://www.revistasinrecreo.com/opinion/el-asesor-tecnico-pedagogico-sujeto-de-derecho/). Las circunstancias laborales, sociales y emocionales en las que cada ATP recibió un comunicado escueto sobre la anulación de los resultados de su proceso de evaluación son muy complejas, la autoridad olvida la historia, niega que en un sistema que se pretende democrático, el gobierno debe rendir cuentas claras a la ciudadanía, sobre todo si ella es la directamente afectada por sus decisiones.

 

Además de señalar la falta de una lectura cuidadosa del contexto en que el INEE y la CNSPD debían informar a los ATP sobre su decisión, también cabe preguntarse ¿qué concepción sobre lo educativo tiene el INEE?, ¿por qué les pareció simple señalar el error y decir a los asesores que debían aguardar un año para volver a evaluarse?, ¿no será que detrás de ello, se muestra –una vez más– que hay una mirada técnica sobre lo educativo, como si se tratase de un mecanismo de input-output?

Investigadores, académicos, asesores y docentes de “a pie” han señalado la visión simplificadora que muestran los protocolos para evaluar el desempeño de complejas funciones educativas; han hecho observaciones puntuales sobre la dificultad que entraña no ponderar el peso del contexto o de no realizar observación de la práctica in situ. Se ha reclamado que se haya privilegiado una visión tecnócrata sobre lo educativo; que educar sujetos, construir subjetividades, sea visto como un proceso mecánico en donde: “tanto sabes-tanto aprenden”.

 

Hoy se confirma que para las autoridades, el trabajo educativo es un trabajo simple, y que como tal, no requiere de lecturas complejas sobre el contexto y las condiciones donde sus actores se desempeñan. La voz y los significados específicos que cada figura tiene sobre su propio papel y sobre el trabajo que desempeña o cree que debe realizar no importa, importa que fallen las estadísticas, importa que los números no cuadren, no “hablen” lógicamente.

 

Habría que hacer un paréntesis para señalar que no queremos que se nos regale nada, que no nos interesa el chantaje que pregona: ante el error, ahora dame el nombramiento independientemente del resultado. No queremos que los ascensos respondan a criterios que no sean académicos, pero, si se ha estado señalando como responsables directos del proceso educativo a los evaluados, ¿quién evalúa a los evaluadores?, ¿cuál es el premio o el castigo para ellos?, ¿deberán ser removidos de su función al mostrarse no aptos para desempeñar su trabajo?, bueno parece que unos mandan y otros obedecen, parece que a unos se les aplica la ley y otros gozan de impunidad, en fin.

Los sistemas donde las estadísticas y los números son más importantes que las personas o que el conocimiento científico, tienen un nombre específico, se llaman tecnocracias. Y se llaman así porque las decisiones priorizan el saber técnico; las decisiones responden a dicho saber como a un mandato, un mandato que no reconoce la historia ni el sentido crítico. Se pierde la relación humana y se fetichiza con “procesos” de “control de calidad”, entre más pasos y verificaciones mejor: el problema es técnico y pareciera que la responsabilidad es de los equipos técnicos encargados del diseño, la construcción, verificación, ensamble, calificación, reporte, mantenimiento, definición de puntos de corte y demás actores encargados de la elaboración del instrumento de evaluación. En este escenario ¿cómo vamos a implementar un Modelo Educativo humanista?, ¿cómo vamos a formar pensamiento crítico y autónomo con los niños y jóvenes?