Historias de Navidad (que no son cuento) Primera entrega

Por: Mario Evaristo González Méndez

“Ya va llegando diciembre y sus posadas, se va acercando ya también la navidad”, así dice una popular canción mexicana. Y para estar al toque de las festividades, te ofrezco, querido lector, una serie de reseñas históricas que nos permitan conocer algunos hechos que forjaron la actual celebración de la navidad. Debo aclararte que, pese a las diversas costumbres, tradiciones y aditamentos actuales, el sentido primigenio de la navidad es religioso y, por tanto, las reseñas ofrecidas recuperan datos, informes y anécdotas de la historia del cristianismo. La primera entrega de estas Historias de Navidad la he titulado:

 

Adventus Redemptoris

Si durante estos primeros días de diciembre visitas algún templo católico verás que cerca del altar han colocado la corona de adviento, que es una estructura circular entretejida con ramas de pino y adornos propios de la época, donde se colocan cuatro velas; generalmente dos son de color morado, una de color rosa y otra de color blanco. Durante los cuatro domingos previos a la Navidad, se encienden una a una cada vela.

Te cuento: la corona tiene su origen en la tradición pagana de los pueblos nativos del norte de Europa, quienes durante el mes de diciembre encendían velas para rendir tributo al dios sol en gratitud por la vida y como signo de la espera en la luz y fecundidad de la primavera, que llegaría tras el invierno. Durante el siglo XVI, los protestantes luteranos adoptaron esa tradición como parte de sus festejos navideños en Alemania. Esta tradición se hizo parte de la liturgia cristiana católica al paso de la inculturación del Evangelio en el norte de Europa, por parte de los misioneros, quienes vieron en ese signo un motivo de catequesis: Jesús es la luz verdadera. 

Y te preguntarás: ¿qué es eso del Adviento? Verás, la palabra adviento, proviene del latín adventus, que significa “venida”y era usado por los romanos precristianos para referirse a la primera visita oficial a la corte de un persona importante. El mismo vocablo refería a lo que los griegos llamaban parusía, es decir, la manifestación de un dios a sus fieles a través de un milagro, también designaba la visita solemne del emperador a una ciudad.

El vocablo Adviento fue adoptado paulatinamente por algunos cristianos durante los siglos IV al X, con una nueva connotación: Adventus Redemptoris, es decir, la venida del Redentor. Con ello querían significar el tiempo previo a la fiesta del Nacimiento de Jesús, en que se preparaban con ayuno, penitencia, oración y obras de misericordia. Así, con el tiempo de Adviento daba inicio el año litúrgico cristiano-católico, esto se mantienen hasta nuestros días.

¿Cómo fue ese proceso? Como todo proceso cultural, su consolidación fue lenta y con acuerdos y desacuerdos, pero son de notar algunas situaciones que favorecieron el reconocimiento del Adviento como tiempo litúrgico.

La liturgia del Adviento cristiano se gestó en Galia (Francia) e Hispania (España) a fines del siglo IV y durante el siglo V. Duraba tres semanas y concluía con el bautismo de nuevos cristianos en la festividad de la Epifanía, así lo dictaba el Primer Concilio de Zaragoza (año 380, canon 4), instruyendo que durante esos días nadie faltara al culto en el templo. 

Se sabe que ya en el siglo V, Perpetuo, Obispo de Tours, estableció un ayuno de tres días previos a la Navidad, más tarde instituyó la «Cuaresma de San Martín», que consistía en un ayuno de 40 días, a partir del día siguiente a la fiesta de San Martín (11 de noviembre). En el siglo VI, Gregorio de Tours estableció un periodo de ayuno para los cristianos de Roma, que iniciaba el 11 de diciembre y concluía con una gran celebración de la fiesta de Navidad.

Gregorio Magno (siglo VI), fue el primer Papa en redactar el oficio para el rezo y misas propios para el adviento. El Papa Nicolás I (siglo IX) determinó en una carta a los búlgaros que la duración del adviento fuera de cuatro semanas. En el siglo XII el ayuno fue sustituido por la abstinencia.

De estos tiempos data una costumbre que pervive hasta hoy, aunque con algunas variantes culturales: en los monasterios, al terminar las catequesis del adviento, se repartían dulces, como recordatorio de que la vida del cristiano es una espera gozosa del encuentro definitivo con Cristo.

Para concluir, cabe recordar que ya desde el siglo V se asociaba el tiempo de adviento con la práctica del amor al prójimo, especialmente con obras en favor de los peregrinos, viudas y pobres:

“En preparación para la Navidad del Señor, purifiquemos nuestra conciencia de toda mancha, llenemos sus tesoros con la abundancia de diversos dones, para que sea santo y glorioso el día en el que los peregrinos sean acogidos, las viudas sean alimentadas y los pobres sean vestidos” (Sermón de san Máximo de Turín, Patrología Latina 57:224.234).

Si bien, el fin de la reseña es sólo dar a conocer la génesis sociocultural de un evento actual, no está de más animar a creyentes y no creyentes a ser más solidarios: ¿qué peregrinos debemos acoger?, ¿acaso hay cerca de nosotros viudas qué alimentar y pobres qué vestir? Qué este tiempo sea propicio para compartir: los bienes que poseemos y la pobreza que padecemos.

Fuentes:

Fabra, A. (2014). Tiempo de adviento: su historia y significado. Recuperado de https://www.religionenlibertad.com/blog/38977/tiempo-de-adviento-su-historia-y-significado.html 

La corona de adviento. Su origen (s.f.) Recuperado de https://www.primeroscristianos.com/la-corona-de-adviento-su-origen/

Sanz de Miguel, E. (2011). Adviento: historia, teología y espiritualidad. Recuperado de https://www.portalcarmelitano.org/liturgia/122-liturgia-articulos/434-adviento-historia-teologia-y-espiritualidad.html