Educar es aprender del ser humano

Por Juan José González Mejía*

Cuántas veces hemos oído la frase de que estamos mal en asuntos de la educación básica en nuestro país. ¿Pero, de veras andamos mal? Es harto sabido que la educación en nuestro país ha tenido la tradición de docentes eminentes que han dejado su vida y labor  en las aulas lo largo de los años.

Entonces, ¿por qué se tiene la percepción a nivel popular de que no se hacen bien las cosas en la educación? Quizás habría que cuestionar, primero, que los mandos superiores elaboran programas con cargas arduas de trabajo, saturan de planes a tal modo que aún no se han cumplido los anteriores frente a grupo por parte del maestro, cuando ya les llega otro, aunando a que hay una planeación unidireccional, en vez de ser direccional. Chocan entre sí, digamos, los programas educativos.

Ya lo había anticipado Hegel en 1810 en su libro Escritos pedagógicos. Cito: “El vigor de una organización consiste en que los diferentes momentos, contenidos en ella, profundicen en sí mismos y se constituyan como sistemas completos, en que realicen conjuntamente su tarea y vean desarrollarla sin envidia ni temor, y en que todos de nuevo no sean más que partes de un gran conjunto. Sólo lo que llega a desarrollarse separadamente en su principio, se convertirá en un todo coherente, es decir, se convertirá en algo; adquiere la profundidad y la posibilidad poderosa de la multiplicidad. La preocupación y la angustia en torno a la unilateralidad suele ser demasiado a menudo expresión de debilidad, que sólo es capaz de una multiplicidad superficial, de carácter incoherente.”

En cuanto a la reforma educativa la postura de buena parte del magisterio es ampliamente conocida en razón de que no la aceptan como tal, en términos estrictos de la educación, sino más bien como una reforma laboral ya que enfatiza en la profesionalización del docente y en el examen como permanencia de la plaza.

Pero en sí, ¿cuál es la labor esencial del maestro? Su tarea no sólo es la de transmitir conocimiento, sino moldear a las personas, interactuando en su vida. De esto modo también aprenden de los alumnos porque son seres humanos. Al final, aparte del cheque, a los mentores les queda, para toda la vida, la satisfacción de haber contribuido con la sociedad en la formación de sus mejores hombres, porque educar es aprender del ser humano.

Ser maestro de educación básica es una labor encomiable porque a ellos, los mentores, les dejamos en sus manos el tesoro más grande que tiene un país: los niños. Por ello, es impostergable que las escuelas tengan todo lo necesario para su funcionamiento óptimo y que las autoridades (maestros y padres de familia) siempre estén vigilantes para atenderlas…

*Colaboración.