Las redes sociales

Por Ariel López Alvarez*

Domingo, 25 de marzo de 2018

La dificultad para entender las redes sociales radica en la libertad intrínseca en la que se mueven. No hemos podido delimitarlas para su estudio, como lo sugiere el método científico. Eso pone a más de uno en problemas. Observamos algunas de las características que presenta, pero nada más.

Cierto es que los humanos hemos aprendido a observar un fenómeno y desarrollar la destreza para entenderlo, a través del método o métodos necesarios. Sabemos que entender el fenómeno nos da la oportunidad de manipularlo. Por ejemplo, aislar biológicamente un virus ha dado oportunidad de investigarlo.

La Prensa, en la aparición de las redes sociales, parecía difuminarse como cuarto poder mientras sus actores pretendían entenderlas, para manipularlas. Fallaron una y otra vez y cada vez se rezagaban más hasta que sus actores aceptaron que las redes sociales podían ser parte de su éxito o, tal vez, de su permanencia diaria. Lo mismo sucedió con la telefonía tradicional relegada por la mensajería y hasta con los juguetes de los niños que han tenido que incorporar software de juegos.

El fenómeno no tiene exclusiones para todos aquellos que puedan comprarse el más modesto de los teléfonos o la más simple computadora con acceso a datos de Internet. No es que los niños sean más inteligentes, sino que una Tablet es tan fácil de manejar que hasta un pequeño puede divertirse en ella y el mito del “chango viejo no aprende maroma” ha ido decantándose entre aquellos reticentes al uso de la tecnología, pero ávidos de información y comunicación.

Desde la necesidad de comunicación a distancia, ninguno vamos a cursos de las aplicaciones o Apps. La necesidad nos conduce a la aventura por la tecnología, porque nos resuelve nuestra demanda de enlazar personas de manera gratuita o muy barata. Recuerdo que mirábamos expectantes en la década de los noventa la posibilidad de las videollamadas.

En una ocasión, un funcionario de esos que tenían oportunidad de viajar a Europa a costa del erario público me mostraba en los noventa un teléfono fijo que había traído de Francia, donde los teléfonos de casa tenían la opción de ver al que estaba tras la bocina con cable. Supongo que ese aparato pasó a ser parte del museo personal de sus curiosidades porque en el México de aquellos días la telefonía no brindaba ese servicio y el aparato seguramente ni siquiera admitía nuestra configuración de la telefonía alámbrica. Hoy Facebook y Skype son parte de lo cotidiano en videollamadas.

Facebook, YouTube, Twitter y los chats de WhatsApp compiten con los noticiarios de televisión abierta, aquellos que daban las noticias antes que los periódicos de la mañana siguiente. Proveen información suficiente para los interesados, aunque adicionados de fake news, con la posibilidad de copiar y replicar en redes sociales si fuera de nuestro interés. Atrás quedó el Copyright o la exclusividad que decían tener las agencias noticiosas. Eso también es letra muerta.