Campañas felices…
Por: Carlos Cabrera Hernández
Allí donde el mando es codiciado y disputado
no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.
…Platón
Es extraña la mutación, la metamorfosis, que sufren nuestros políticos… extraña pero no desconocida, ya que siempre se ha sabido que son unos cuando andan en campaña, ofreciendo el cielo y las estrellas a todo el mundo con tal de obtener el beneficio del voto a su favor, y otros, muy diferentes -prepotentes, autoritarios, implacables, desdeñosos-, cuando ya están sentados en la silla del poder, poder que los embriaga y los sube a un ladrillo desde el cual ven a todos como insignificantes hormigas a las que pueden aplastar cada vez que se les ocurre, o cada vez que alguna de ellas les pica y les provoca una molestia. Sabemos muy bien que, en tiempos electorales, es muy común que estos personajes visiten calle por calle y saluden de mano a las personas, abracen a otras y carguen niños pequeños para tomarse la foto que los haga parecer, y aparecer, como buenas personas, afables, cordiales, afectuosos, simpáticos, tratables, comprensivos… ¡humanos! Sin embargo, ese disfraz de seres humanos, por lo general, lo guardan en el armario cuando pasan las elecciones y alcanzan el sitio por el que jugaron a ser personas comunes y corrientes todo el tiempo que duró su campaña electoral.
Comento esto porque, por casualidad, me ha tocado platicar en la calle con dos aspirantes a la alcaldía de Xalapa (sin nombres para no parecer que tengo inclinaciones políticas o preferencia por algún color), ambos muy atentos, amables, ¡hasta podría decir que amigables!, muy dispuestos a escuchar lo que uno les plantea y abiertos a la conversación y al intercambio de ideas. No entraré mucho en detalles en relación con el discurso con el que se acercan al ciudadano porque, curiosamente, misteriosamente, peripatéticamente, los dos hicieron, más o menos, las mismas exposiciones (que no propuestas), casi ad litteram, como si en Xalapa no hubiera suficientes problemas que resolver. Mismo tono y efusividad en la voz, poses similares, mismas “propuestas”, que más bien parecieran fantasías políticas irrealizables o, en el menor de los casos, deseos poco probables. Es decir, no aterrizan objetivos reales, simplemente plantean “metas” muy generales (por ejemplo: resolver el problema del agua, sí, ¡pero no mencionan cómo!), sin entrar en detalles y sin mencionar estrategias. En fin, el caso es que a ambos les dije, un poco como comentario y otro tanto como propuesta informal, que un serio problema de nuestra ciudad es que las calles y avenidas están perdiendo áreas verdes, que las jardineras están siendo convertidas en planchas de cemento para estacionar automóviles, que el gobierno municipal debería prohibir eso, multar a quien lo hiciera y recuperar esos espacios para que Xalapa vuelva a ser considerada la ciudad de las flores y, lo más importante, para contribuir a mejorar las condiciones climáticas. La respuesta de ambos fue, casi idéntica: ya lo tenemos considerado y, si con tu voto llegamos a la presidencia, te garantizo que lo tendremos presente (sic).
La realidad de nuestra política a la mexicana es que ahora los candidatos, por lo general se dedican a cualquier cosa menos a estudiar el contexto citadino, no planean campañas que verdaderamente atraigan, y convenzan, a los votantes; de unos años para acá se han ocupado más de usar discursos con un marcado tono negativo (característico de los procesos electorales contemporáneos). Hoy en día proliferan los ataques entre adversarios políticos y el deporte favorito es culpar al otro de los problemas que aquejan a la ciudad y al pueblo, siempre usando mensajes con una fuerte crítica o ataque hacia un oponente electoral, utilizando los medios para estos fines y no para convencer a la gente de que sus propuestas son las mejores, sin que exista una regulación de las campañas en estos aspectos por parte del réferi electoral, quien no sólo tendría que regular la duración de las campañas o la asignación de tiempo aire, sino que, también, tendría que establecer normas de censura para erradicar prácticas políticas negativas y obligar a los participantes a presentar objetivos claros, concretos y realizables en beneficio de la ciudadanía. Las campañas hacia la silla de gobierno tendrían que estar basadas en estudios de campo, planificadas, con un marketing que vendiera su producto sin engañar, o ilusionar, a la gente. Sólo así dejaríamos de vivir en un mundo de fantasía, padeciendo con estas campañas felices que únicamente prometen… pero que, tristemente, casi nunca cumplen… Déjà vu…