Tuve un maestro…
POR: Carlos Cabrera
“No soy maestro por saber más que el de enfrente
lo soy porque más que enseñar, aprendo
porque soy capaz de descubrir lo que no entiendo
y porque puedo encontrar el mundo en una mente
que me obliga a estudiar cuando pregunta
y me ayuda para ser mejor docente…»
…que estuvo pendiente de que aprendiera las letras, para entender que con ellas podría expresar lo que pensaba y compartir lo que sentía; para poder llamar a cada cosa por su nombre y descubrir que con la a podía hacer amigos, regalar un abrazo, alcanzar las alturas y descubrir un amor. Que la b era buena para buscar buenos amigos y que con ella podría besar a mis seres queridos, experimentar las emociones que transmite Benedetti y deleitarme con la belleza musical de Beethoven, Bach y los Beatles. Que la c me serviría para encontrarme con Cortázar, recorrer los Campos de Castilla de Machado, escribir cartas, para compartir, para abrir el corazón y entregar cariño a mis conocidos. Que la d sería muy útil para despejar mis dudas, descubrir un universo y disfrutar deliciosos dulces para olvidar los disgustos. Que con la e podría tener esperanza, estudio, encuentros y estrellas. Que era la f la indicada para hacerme feliz, para tener una familia y para poder construir un fructífero futuro… ¡Ah!, ¡y descubrir el futbol! Que sin la g no podría dar las gracias a la vida, no podría ser generoso ni me daría el gusto de poder gritar un gol. Que con la h podía ser honesto, honorable y humano, ser feliz en mi hogar al lado de mis hermanos, reposar mi cabeza en los hombros de mis padres y ver crecer feliz a mi hija. Que la i sería parte importante de mi infancia, principio de mis ideas, base de mi imaginación e ingrediente imprescindible de mi inspiración. Que una letra que me serviría para jugar, pasear por el jardín y tener buen juicio sería la j. Que con la k tendría kilométricas tardes felices en la banca de algún kiosco, leyendo parte del complicado universo kafkiano. Me enseñó que con la l podría conocer las letras, disfrutar la literatura y la dramaturgia de Lope; que habría luz en mi vida, conocería la lealtad, gozaría la libertad, el hechizo de la luna y una caminata bajo la lluvia. Que con la m tendría una madre amorosa, disfrutaría de la música y de mágicas mañanas, el vuelo de una mariposa y los labios misteriosos de una mujer. Que sin la n no tendría tardes nubladas, enigmática neblina, numerosas noches estrelladas ni descubriría los poemas de Neruda o la poética filosofía de Nietzsche. Que si no sabía lo que era una ñ entonces no disfrutaría mis años, jamás podría tener sueños, ni habría gozado de mi niñez al lado de mis compañeros. Que con la o disfrutaría de la ópera o de la trova compartida de Ornelas y Oceransky, expresaría mi opinión, me sería más fácil ser optimista y podría abrir los ojos para ser más objetivo entre tanta oscuridad. Que la letra p me daría un padre ejemplar, paciente, prudente, pulcro, parlanchín… ¡Todo un personaje! Que con la q podría querer, encontrar una quimera o disfrutar del Quijote bajo la luz de un quinqué o la Rapsodia Bohemia de Queen. Que la risa la encontraría si aprendía la letra r, así como la radiante sensación del roce de una piel, el perfume de una rosa y el lenguaje poético en la obra de Rulfo. Que la s sería la que me regalaría una sonrisa, mañanas llenas de sol y me daría sabiduría, sensaciones, sentimientos, sensibilidad y las letras de Serrat, la poética irreverencia de Sabina o la sublime escritura de Sabines. Que con la t sería un tipo tenaz, capaz de hacer travesuras o trasnochar acompañado del teclado y una taza de café, escuchando algo de trova y que con ella podría disfrutar del teatro, sería capaz de dar y recibir ternura y hacer cosas con talento porque con esa letra se es capaz de trascender y transformar nuestro tiempo. Me enseñó que sin la u no sería posible encontrar el Unicornio azul de Silvio o admirar el universo ni existiría la unión ni se podría ser único o creer que las utopías son alcanzables. Que la v me ayudaría a encontrar el valor de las cosas, a enfrentar la vida con valentía, a levantar el vuelo o compartir una copa de vino con los amigos. Que a pesar de que la w es algo complicada, sin ella no podría disfrutar de un buen western o de las historias de William Shakespeare y la poesía de Walt Witman. Que la x es la raíz de mi vida, reflejada en mi bella Xalapa y que si no la aprendía tampoco sabría disfrutar de las melodías arrancadas a un xilófono. Que la y, no obstante ser griega, ayudaría a formar palabras tan mexicanas como Yoliztli, que significa vida, o Yolotzin, corazón pequeño, y que sin ella jamás hubiera descubierto la belleza de Yesterday. Que sin la z nunca me habría encontrado con los melódicos laberintos de Led Zeppelin o con la satírica vanguardia musical de Frank Zappa, y que no me sería posible ser empático y ponerme en los zapatos de otro ni haber disfrutado con la visita a un zoológico…
Tuve un maestro que me enseñó a sumar afectos y a restar problemas, a multiplicar las amistades y dividir los beneficios para compartir con los demás. Tuve un maestro dedicado y comprometido, responsable de hacerme aprender lo que ahora sé y de que sea capaz de investigar lo que no sé. Por ese maestro, y por todo esto que aquí describo, hoy quiero felicitarme porque en mi vida me he cruzado con muchos maestros que han colaborado para que sea lo que ahora soy. Maestros amigos, maestros compañeros de trabajo, maestros alumnos, maestros que, con su trabajo, me enseñaron a hacer las cosas bien, maestros a los que envío un afectuoso abrazo y mi más sincero reconocimiento a su labor, no siempre bien valorada, pero siempre tan importante y necesaria para mejorar nuestro contexto social… Punto… y seguido…
¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!