Reactivar el sentido común: la mente activa o cómo aprender rumiando

POR: Héctor M. Magaña

No cabe duda de que nuestro siglo ha experimentado una enorme cantidad de cismas. Es verosímil pensar que la complejidad de la información ha puesto en jaque la capacidad de apropiación del conocimiento en muchos sectores. Por eso, libros como el de Isabelle Stengers son heroicos y resistentes. Tal como el título lo indica, Stengers pretender reactivar el sentido común, necesario para la resistir el debacle de los tiempos actuales. Para ello, Stengers recurre a Whitehead, filósofo conocedor de la lógica analítica, el positivismo, la matemática y las ciencias en general. Alfred North Whitehead (1861-1947) es ante todo un empirista radical. Un experto en hacer rumiar la mente ante la realidad.

El libro posee un título de engañosa simpleza: Reactivar el sentido común. ¿A qué se refiere exactamente con con “sentido común”? Ante todo debemos de renunciar a relacionar “sentido común” con el realismo ingenuo. La respuesta a la pregunta que nos convoca aquí la encontraremos en el primer capítulo del libro: “La cuestión del sentido común”. Aquí encontramos una introducción bien detallada de lo que es la filosofía y el sentido común. En el primer caso: “para Whitehead la filosofía no debe hacer respuesta sino alimentar lo que hace rumiar”. En el segundo caso: “El sentido común, que rumia los aspectos de la existencia, los pone en manos de la filosofía para que los elucide dándoles una comprensión coherente”. Isabelle Stengers nos proporciona aquí dos claves: el sentido común que entrega y la filosofía que dispone. En medio está el rumiar: lo cual es aquello “irreductiblemente problemático”, “siempre situado con relación a lo que pensar aquí y ahora, no en general”. Stengers, a través de Whitehead, nos dice al final que la filosofía debe hacer énfasis en prestar atención a lo que se (re)presenta a través de la imaginación y la abstracción. Todo ello con el fin de no “desfigurar la experiencia del valor que es la esencia misma del universo”.

En el segundo capítulo “El influjo de la bifurcación”. Stengers a través de Whitehead nos muestra a grandes rasgos el camino que ha tomado la abstracción físico-matemática. Desde Hume, pasando por Kant y Newton, el pensamiento físico-matemático se ha convertido en una vertiente hegemónica de la investigación científica. “Lo que Whitehead propone, sin estruendo, es que la física se vuelva una ciencia entre otras y que, como las otras, tenga que vérselas con seres que afectan su medio y son, de vuelta afectados por el él”. Para este propósito Whitehead propone varias estrategias como el enfrentamiento entre la “definición objetiva” y la “opinión”, siendo esta la más peligrosa. Todo ello para servir a dos factores principales: evitar la desfiguración de la experiencia y el aprender a “hablar bien” de los hechos.

Con el capítulo tercero, “Crear una coherencia”, Stengers nos recuerda la defensa de Whitehead a una filosofía por y para organismos vivientes. Organismos que para Whitehead son “toda entidad cuya existencia requiere un mantenimiento en la existencia, cuya realidad es una reutilización continua, duradera, dependiente de la ‘paciencia’ de su medio con lo que esa realización le exige”. Con este concepto Whitehead despliega una amplia gama de definiciones y relaciones que buscan la coherencia del mundo. Una coherencia que exige al organismo como “participante en la solemnidad del mundo”. Un organismo en constante aprendizaje, en constante situación de pregunta, no dar nada por sentado. En última instancia, un aprendizaje en situación, nunca en general. Whitehead se posiciona contra Descartes. El cogito de Whitehead es “una caracterización de la experiencia humana como continuación apropiativa”. Así, el individuo ni es un ente aislado y en eterna duda, sino un participante activo en el mundo, por ello la sociedad juega un papel importante. Para Whitehead la sociedad es duración y continuidad frente al cambio. En ella lo que destaca es la metamorfosis. Stengers pregunta: “¿De qué cambios es capaz una sociedad sin que por ello se deshaga?” Pregunta esencial para el individuo corporeizado. Podemos notar paralelismos con José Ortega y Gasset, su razón vital. Whitehead va un poco más allá: no es suficiente con la vida. Se requiere un cuerpo ya que “pone el acento en la experiencia de un individuo que medita sobre sus derechos de propiedad, sabemos que estamos en el mundo, pero sabemos también que esta experiencia del mundo es nuestra; sabemos que esta experiencia prolonga un pasado pero también ese pasado suyo; sabemos  que nuestras experiencias derivan de actividades corporales pero somos también nosotros quienes lo sentimos”. Esta dimensión pone en jaque el realismo naif. Whitehead mismo dijo: “si queremos ser escrupulosamente exactos, no se puede definir donde comienza el cuerpo y donde termina la naturaleza exterior”. Esta dimensión radical cambia por completo la manera en como nos relacionamos con las ciencias. Lejos de descartarlas por escepticismo mal fundado, la ciencia ha vuelto a “aterrizar”. Para Whitehead no hay necesidad más urgente que la desacralización de la “Ciencia”. Hay que reconocer las ciencias como un factor más en la realidad. La sociedad whiteheadiana, al igual que sus miembros y factores, deben recrearse en la problemática de la realidad.

El elemento de la sociedad es tratado en el capítulo “¿Qué puede una sociedad?” Aquí no hay discusiones de filosofía política sino que se aborda la manera en que la sociedad y sus miembros interactuan con la ciencia. Tanto como Stengers como Whitehead destacan las necesidad de hacer preguntas sobre el acceso a la naturaleza por parte de la ciencia: “¿Cómo acceden? ¿Cómo se vuelven capaces de aprender lo que demanda ese acceso? Y esto no en general, sino que prendidos a la pluralidad de las maneras sociales de mantenerse, y de hacer que importen  sus entornos, que componen nuestros mundos”. Al final, la urgencia es plantear las preguntas adecuadas al objeto y a los hechos (igual que “hablar bien” de ellos). Es, pues, importante hacer este riguroso examen, ya que este “hablar bien” es igualmente necesario en las ciencias y en sus objetos de estudio. Este rigor gnoseológico lleva, como concluye Whitehead, a ver que “todo conocimiento es relativo a la cosa como ‘finito’, ‘nunca podemos comprender completamente’ pero ‘podemos ver hacer crecer nuestra penetración’”. No obstante, para comprender sus implicaciones Isabelle Stengers recurre a otras voces, como las de Bruno Latour y Donna Haraway. La complejidad de la sociedad nos lleva por caminos que se bifurcan, como lo reconoce Latour y quien resalta el antropocentrismo radical en la ciencia. “La vida es robo”, sentencia Whitehead y lejos del pesimismo, Donna Haraway “interpreta como un llamado a la ‘respons-habilidad’, dejarse interrogar por aquello que nuestras intenciones justifican que se haga el sacrificio”.  Como verdaderos actores en el mundo, la naturaleza y la sociedad, el problema da un giro: “ya no se trata (…) de poner en escena a agentes capaces de explicar lo que es observado, sino de volverse dignos de lo que observan, dignos de lo que encuentran”. Un ejercicio para activar la experiencia de la solemnidad del mundo.

El nuevo pensamiento, el nuevo sentido común, se expone en el último capítulo “Un universo metamórfico”. La tesis de este capítulo es claro: “Tomar el relevo de Whitehead, aquí, habrá sido entonces activar una imaginación que, en lugar de poblar el mundo con una pluralidad diferenciada que entrega la palma de la originalidad a la experiencia humana y la de la conformidad a las sociedades inorgánicas despliegan las preguntas por las circunstancias y por las metamorfosis de las que es susceptible aquello que caracterizamos”. Para lograr ello es necesario un pensamiento zigzagueante que apunte a la coherencia como objetivo pero que no se conforme con el pensamiento abstracto. Lanzarse a experimentar el aprendizaje del rumiante. En ello radica su semejanza a la poesía: en ambas se pone énfasis en la experiencia a través de del sentido común y la imaginación. Todo con el firme propósito de evitar que un pensamiento se degrade en opinión: “El pensamiento expresado, que encuentra una formulación ‘satisfactoria’, se vuelve ‘público’, susceptible de ser comentado, diseccionado, evaluado, refutado, en su efecto, reducido a una simple ‘opinión’”. En cambio, Stengers destaca “las proposiciones metafísicas de Whitehead funcionan en zigzag, activando el pensamiento pero sin darle nunca el poder de definir, es decir, de apropiarse de lo que ha sido propuesto”. Stengers concluye el capítulo con la propuesta de cultivar un pensamiento desde la ruinas: “La opción de aprender, desde hoy, a vivir entre ruinas es la opción de aprender a pensar sin la seguridad de nuestras demostraciones y consentir a un mundo que se ha vuelto intrínsecamente problemático”.

Isabelle Stengers, por medio de este libro, propone un nuevo método para relacionarnos con el conocimiento, la ciencia y la información. Reactivar el pensamiento de Alfred North Whitehead es, en última instancia, aprender a “ver” y a “hablar bien” de los hechos que constituyen el mundo. Stengers quiere borrar la brecha que existe entre los científicos y la sociedad, donde los primeros son los que guían a los segundos, y estos, actúan de forma pasiva ante el conocimiento. “Como pensamos, vivimos”, dice Whitehead y por ello Stengers quiere que renunciemos a aprender pasivamente. Reactivar el sentido común es activar la mente.

Fuente:

Stengers, I. (2022). Reactivar el sentido común. Whitehead en tiempos de debacle. Fondo de Cultura Económica.